La Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible (Hábitat III), que se celebrará en Quito (Ecuador) en octubre de 2016, será un acontecimiento histórico.

Será histórico porque nos encontramos en un momento decisivo de la historia. Nadie puede ya negar la gravedad de los desafíos a los que se enfrentan nuestras ciudades, ni los funcionarios públicos electos, ni los expertos, ni los ciudadanos. Los alcaldes de las ciudades tienen una inmensa responsabilidad ante quienes habitan en ellas, responsabilidad que estamos asumiendo a través de redes como el Grupo de Ciudades Líderes del Clima (C40), que ha reunido a 85 de las ciudades más influyentes del mundo para colaborar, intercambiar conocimientos e impulsar la acción sobre el cambio climático.

La cuestión del futuro de las ciudades no puede disociarse de la de la responsabilidad; esta toma de conciencia colectiva de los problemas que nos afectan a todos debe ser motivo de unión en Quito. Es fundamental que entablemos un diálogo para elaborar un programa común que, a su vez, nos permita afrontar, de forma conjunta y en nuestras respectivas ciudades, las dificultades a las que se enfrentan las poblaciones urbanas del mundo. Demostrando que somos capaces de compartir esa responsabilidad, nos dotamos de los medios para dise?ar juntos ciudades más inteligentes en un contexto que se caracteriza por la creciente escasez de recursos, el crecimiento urbano y el cambio climático.

Reconocer la gravedad de los desafíos comunes de las ciudades del mundo

Han transcurrido dos decenios desde la Conferencia Hábitat II, celebrada en Estambul en 1996, veinte a?os durante los cuales el crecimiento urbano se ha acelerado, las desigualdades a nivel mundial se han acentuado y los problemas ambientales se han multiplicado. Estos tremendos desafíos del mundo actual han pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana.

El crecimiento urbano y el cambio climático que se están produciendo en el planeta han dado lugar a graves problemas en materia de energía, gestión de desechos, ecologización, suministro de recursos, movilidad y logística. Los recursos naturales están disminuyendo, lo que nos obliga a utilizarlos con más moderación. Esta presión sin precedentes nos debería impulsar a encontrar soluciones para reducir y racionalizar el consumo, y limitar nuestro impacto en el medio ambiente.

Además, la migración internacional ha alcanzado una escala sin precedentes. El número de personas con viviendas inadecuadas o sin hogar sigue aumentando, y las condiciones de vida de los habitantes de las ciudades se están degradando. Según las últimas estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación atmosférica causó la muerte de 3,7 millones de personas en todo el mundo en 2012.

Dar voz a las ciudades

No nos referimos al día de ma?ana ni a ningún otro lugar, hablamos de aquí y de ahora, y la situación es grave. Por ello, debemos actuar de inmediato. A fin de responder a la urgencia de la situación, es mi deseo acelerar la movilización de las ciudades y dar voz a las comunidades locales, especialmente en la lucha contra el cambio climático, que amenaza el futuro de nuestras sociedades, pero que a la vez nos brinda la oportunidad de cambiar nuestro estilo de vida. Como nueva Presidenta del C40 y Alcaldesa de París, estoy convencida de que nuestras ciudades encarnan el futuro y todo lo que es posible. De ello dan prueba constantemente, luchando por construir un mundo más justo, más humano y más sostenible.

Teniendo en cuenta la urgencia de estas cuestiones, y las múltiples iniciativas que las ciudades han puesto en marcha para dise?ar un nuevo modelo urbano, debemos hoy más que nunca crear sinergias entre nuestras ciudades y zonas urbanas. Juntos podemos construir un mundo mejor, como ya hemos comenzado a hacer a través del C40.

Para abordar el problema de la contaminación en nuestras ciudades, me propongo crear un Observatorio Mundial de la Contaminación Atmosférica Urbana (GUAPO) en colaboración con la OMS, la Metrópolis del Gran París y otras ciudades asociadas del todo el mundo. Varias ciudades ya han manifestado su intención de unirse al Observatorio, y debemos alentar a otras a participar también, pues juntas idearemos un futuro nuevo, más justo y sostenible.

El siglo XXI es, sin lugar a dudas, la era de las metrópolis. Las ciudades han de enfrentarse a importantes desafíos ambientales, para lo cual cuentan con los medios necesarios. Saben cómo crear sinergias entre los ciudadanos, las empresas y las instituciones. Estableciendo vínculos directos con los habitantes de las ciudades y con los que las utilizan por motivos laborales o de ocio, podremos unificar a los principales colectivos para que participen en la reflexión y en la acción. La agilidad existente en las ciudades les permite poner a prueba medidas prometedoras durante períodos de varios meses, tal como hacemos en París. Las ciudades son capaces de aportar respuestas basadas en iniciativas prácticas y objetivos concretos y ambiciosos. Debemos inspirarnos mutuamente y promover plataformas para la cooperación, la transferencia de aptitudes y el intercambio de buenas prácticas.

Crear sinergias entre los agentes urbanos

Estoy convencida de que el progreso se manifestará a través de la inteligencia colectiva. Por eso, en París, hacemos un llamamiento periódico a la innovación y a la creatividad; en mi opinión, esta es una senda especialmente prometedora para las ciudades del mundo. Ya sea por medio del presupuesto participativo, que permite a las personas a quienes afecta un presupuesto intervenir activamente en su creación, o de los llamamientos para el dise?o de proyectos urbanos, como “Reinventar París” o “Reinventar el Sena”, nuestro objetivo es crear una sinergia entre múltiples asociados para liberar y promover los espacios comunes. Este enfoque será pronto adoptado por otras ciudades del C40, ya que pronto haremos un llamamiento simultáneo para generar proyectos innovadores en varias ciudades miembros. Una vez más, las ciudades del mundo se sitúan a la vanguardia de la acción.

Queremos dar prioridad a la innovación abierta, promover los intercambios y la capacitación de equipos multidisciplinarios, y conseguir un grado de flexibilidad sin precedentes en el diálogo con las autoridades locales. Para la construcción de la ciudad del futuro, esperamos contar con la participación de los arquitectos y planificadores urbanos, las partes interesadas de los sectores económico, social y cultural, y los propios habitantes.

Permitir que los habitantes sean los motores del cambio

Es posible construir el futuro, no solo para los habitantes, sino también con ellos. A pesar de las dificultades y los desafíos, los habitantes de nuestras ciudades han demostrado en múltiples ocasiones que son capaces de asumir su parte de responsabilidad y que poseen una notable resiliencia. En épocas de crisis, los ciudadanos a menudo ponen de manifiesto su deseo de preservar la armonía que cohesiona nuestras sociedades y su capacidad para organizarse y permanecer unidos.

La inteligencia de nuestras ciudades procede, ante todo, de la inteligencia de sus habitantes. Hoy es más importante que nunca elaborar proyectos que nos unan y promuevan nuestra diversidad, proyectos que tiendan puentes entre las comunidades, los territorios y los sectores de actividad. Debemos aprovechar nuestra gran diversidad cultural y el inmenso potencial de nuestros habitantes, empresas (tanto consolidadas como emergentes), asociaciones, investigadores, artesanos, hombres de negocios, y todos aquellos que forman parte de nuestras ciudades.

En París, esta convicción inspira todas nuestras estrategias, que incluyen el fomento de la participación ciudadana, la facilitación del acceso a los datos y la elaboración de proyectos conjuntos. Todo ello contribuye a situar de nuevo al ciudadano en el lugar que le corresponde, es decir, en el corazón del sistema, proporcionándole los medios para comprender el flujo de materiales y datos que atraviesan la ciudad y hacerse cargo de ellos.

En el contexto de la gobernanza, esta visión requiere el establecimiento de mecanismos sencillos y accesibles que favorezcan la participación y movilización de un gran número de ciudadanos. Desde dicha perspectiva, defiendo a ultranza el principio de la consulta sistemática y exhaustiva de los ciudadanos. Con miras a promover la implicación de la población en la vida política ciudadana, hemos establecido un presupuesto participativo para París, la única iniciativa de este tipo que existe en el mundo.

Estoy convencida de que las ciudades inteligentes y sostenibles son, ante todo, plataformas urbanas que sitúan a los ciudadanos, los investigadores y los innovadores en el centro de los procesos de decisión, dise?o y ejecución de los proyectos urbanos. A fin de crear estas condiciones, debemos convertir los datos abiertos en el motor de la innovación y el catalizador de la inteligencia colectiva. Todos deben estar en condiciones de proponer mejoras en los sistemas de gestión, dise?ar funcionalidades intersectoriales e idear nuevos usos. La única vía para encontrar soluciones inéditas y concebir ejemplos que puedan servir de modelo es buscar, experimentar y examinar nuevas posibilidades.

Examinar las posibilidades de progreso

La creación de una ciudad sostenible no es un proceso superficial ni un subterfugio político. Para ello debemos reconsiderar nuestra acción política en su conjunto y nuestras formas de proceder. Gracias a la labor colectiva del C40, ya hay soluciones a nuestro alcance. Por ejemplo, hemos estudiado algunas posibilidades especialmente prometedoras para responder a las preocupaciones climáticas y reducir nuestra dependencia general de los combustibles fósiles.

Si queremos preservar nuestros recursos naturales, debemos dar grandes pasos hacia una economía circular. Esta, concebida para minimizar el impacto ambiental, se inspira en el funcionamiento de los ecosistemas naturales, en los que no existen los desechos y todo se considera un recurso. Debemos convertir nuestras sociedades “desechables” en sociedades sostenibles que adoptan como principio la reutilización en lugar de la sustitución. El reciclaje de los desechos es un factor fundamental de este cambio. Es necesario aplicar un modelo de gestión coherente y sostenible que contemple el reciclaje sistemático, en el que los desechos se reutilicen o se transformen en energía.

Por otra parte, no nos podemos limitar a a desarrollar sistemas de energías renovables: tenemos que ir más alla e invertir en la recuperación energética. Las ciudades están llenas de recursos ocultos, en los sótanos, las alcantarillas, los túneles y los centros de datos. Incluso los vehículos eléctricos pueden recuperar parte de la energía de frenado . Depende de nosotros optimizar y reunir estas fuentes de energía.

La agricultura urbana, que está poniéndose en práctica en París, Nueva York y Singapur, es otra posibilidad prometedora. Contrariamente a la creencia popular, en los entornos urbanos pueden obtenerse excelentes rendimientos y productos de buena calidad. En París, debemos seguiremos creando nuevos espacios agrícolas para alimentar a la ciudad. Este tipo de agricultura local se enmarca en un proyecto más amplio que promueve los circuitos cortos de distribución. Es indispensable que racionalicemos las cadenas de distribución y reduzcamos la circulación de los vehículos de reparto centrándonos en las medidas para modernizar la última etapa del trayecto. el último eslabón de la cadena.

La ecologización de la ciudad es también una forma de controlar la temperatura. Las azoteas y fachadas ajardinadas pueden hacer disminuir dos o tres grados la temperatura de una gran ciudad en el verano, y reducir así la necesidad de aire acondicionado, que consume una cantidad considerable de energía. En nuestra ciudad hemos asumido el compromiso de construir 30 hectáreas adicionales de zonas verdes y de plantar 20.000 nuevos árboles para 2020. Esto contribuirá a enriquecer nuestro patrimonio de zonas verdes, que ya cuenta con cerca de 200.000 árboles. En la actualidad, París también proyecta crear 100 hectáreas de azoteas y fachadas ajardinadas, un tercio de las cuales se dedicará al cultivo de frutas y verduras.

Hemos de afrontar igualmente el desafío del urbanismo del futuro a fin de adaptarnos a los límites cambiantes de la ciudad. Debemos ser más audaces e imaginativos, y hacer más flexibles las reglas urbanísticas. El teletrabajo, el cotrabajo y los servicios compartidos son nuevas formas de vida que es necesario tener en cuenta.

Otra cuestión prioritaria debería ser la movilidad urbana. Es indispensable que reduzcamos el uso de automóviles en la ciudad, y asignarles a la vez la función de servicio compartido. Debe reducirse gradualmente el uso de combustible diésel y ceder el paso a los vehículos eléctricos. Asímismo, debemos recurrir a modalidades de transporte nuevas y altamente innovadoras, como los tranvías alimentados por inducción.

Elaborar juntos una declaración audaz y ambiciosa

Este es el enfoque sostenible que las ciudades mundiales debemos adoptar y que el C40 quiere convertir en realidad a través de su labor diaria. En Quito, los participantes de Hábitat III aunarán las cualidades y el dinamismo de las ciudades a las que representan para elaborar una declaración que confío en que sea valiente y ambiciosa.

Depende de nosotros crear la ciudad de nuestros sue?os. Unidos, manteniendo la confianza inquebrantable en la humanidad y siendo conscientes de las posibilidades que nos brindan nuestros territorios y los avances tecnológicos, podemos crear ciudades sostenibles y resilientes que sean, al mismo tiempo, lugares acogedores para los habitantes del hoy y del ma?ana.