Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible.
No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino.
Nelson Mandela

Cronolog¨ªa de la vida de Nelson Mandela

Lucha por la libertad

No se puede esperar que los que no tienen derecho al voto vayan a seguir pagando impuestos a un gobierno que no asume responsabilidades por ellos. No se puede esperar que personas que viven en la pobreza y el hambre paguen alquileres exorbitantes al gobierno y a las autoridades locales. Somos el nervio central de la agricultura y la industria. Hacemos la labor en las minas de oro, diamantes y carb¨®n, en las granjas y la industria a cambio de jornales miserables. ?Por qu¨¦ tenemos que seguir enriqueciendo a quienes roban el producto de nuestra sangre y nuestro sudor, a quienes nos explotan y nos niegan el derecho a organizarnos en sindicatos? (...)

Me dicen que han emitido una orden de detenci¨®n contra m¨ª y que la polic¨ªa me est¨¢ buscando. (...) Cualquier pol¨ªtico serio comprender¨¢ que en las actuales condiciones de este pa¨ªs, ser¨ªa ingenuo y criminal de mi parte buscar el martirio "f¨¢cil" entreg¨¢ndome a la polic¨ªa. Tenemos que cumplir con una importante agenda y es importante que lo hagamos con mucha seriedad y sin demora.

He optado por esto ¨²ltimo, que es m¨¢s dif¨ªcil y que conlleva m¨¢s riesgos y penurias que estar sentado en prisi¨®n. Tengo que separarme de mi querida esposa y mis hijos, de mi madre y mis hermanas, vivir como un paria en mi propia tierra. He tenido que cerrar mi negocio, abandonar mi profesi¨®n y vivir en la pobreza y la miseria, como lo hacen muchos de mis compatriotas. (...) Luchar¨¦ contra el gobierno junto a ustedes, codo a codo, hasta que logremos la victoria. ?Qu¨¦ har¨¢n ustedes? ?Se nos sumar¨¢n o van a cooperar con el gobierno en sus esfuerzos por reprimir las reivindicaciones y las aspiraciones de nuestro propio pueblo? ?Van a quedarse callados y neutrales en una cuesti¨®n de vida o muerte para mi pueblo, para nuestro pueblo? Por mi parte, ya he hecho mi elecci¨®n. No abandonar¨¦ Sud¨¢frica, no me rendir¨¦. Solo con penurias, sacrificio y acci¨®n militante se puede conquistar la libertad. La lucha es mi vida. Seguir¨¦ luchando por la libertad hasta el fin de mis d¨ªas.


En su sentido mismo, la igualdad ante la ley significa el derecho a participar en la elaboraci¨®n de las leyes por las que uno se rige, de una constituci¨®n que garantice los derechos democr¨¢ticos a todos los sectores de la poblaci¨®n, del derecho a acudir ante un tribunal para pedir protecci¨®n o reparaci¨®n en caso de violaci¨®n de los derechos garantizados en la constituci¨®n y del derecho a participar en la administraci¨®n de justicia como jueces, magistrados, fiscales, asesores en materia de justicia y otros cargos an¨¢logos.

Cuando no existen estas salvaguardias, la expresi¨®n "igualdad ante la ley", en cuanto que se trate de aplicarla a nosotros, carece de sentido y es enga?osa. Todos los derechos y prerrogativas a los que me he referido son monopolizados por los blancos y nosotros no gozamos de ninguno de ellos. (...)

No me considero ni moral ni jur¨ªdicamente obligado a obedecer leyes hechas por un parlamento en el que no estoy representado.

Que la voluntad del pueblo es el fundamento de la autoridad del gobierno es un principio universalmente reconocido como sagrado en todo el mundo civilizado y constituye el fundamento b¨¢sico de la liberad y la justicia. Es comprensible que los ciudadanos que tienen derecho al voto y el derecho a la representaci¨®n directa en los ¨®rganos de gobierno del pa¨ªs est¨¦n obligados moral y legalmente a cumplir las leyes que rigen el pa¨ªs.

De la misma manera se debe comprender por qu¨¦ nosotros, los africanos, debemos adoptar la actitud de que no estamos ni moral ni legalmente obligados a obedecer leyes que no hemos aprobado, tampoco se puede esperar que tengamos confianza en los tribunales que aplican esas leyes. (...)

Odio la pr¨¢ctica de la discriminaci¨®n racial, y en mi odio me siento respaldado por el hecho de que la inmensa mayor¨ªa de la humanidad lo odia de la misma manera. Odio que se inculque sistem¨¢ticamente a los ni?os el prejuicio basado en el color y me siento apoyado en ese odio por el hecho de que la inmensa mayor¨ªa de la humanidad, aqu¨ª y en el exterior, coinciden con mi manera de pensar. Odio la arrogancia racial que decreta que las cosas buenas de la vida deben seguir siendo derecho exclusivo de una minor¨ªa de la poblaci¨®n y que reduce a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n a una condici¨®n de servilismo e inferioridad y la mantiene como borregos, sin derecho a voto y obligados a trabajar donde le mandan y comportarse como le dice que debe hacerlo la minor¨ªa gobernante. Me siento respaldado en ese odio por el hecho de que la inmensa mayor¨ªa de la humanidad tanto en este pa¨ªs como en el exterior comparte mi manera de pensar.

Nada de lo que pueda hacer este tribunal cambiar¨¢ en modo alguno ese odio que siento, que solo podr¨¢ desaparecer cuando se eliminen la injusticia y la inhumanidad contra las que he luchado para que erradicarlas de la vida pol¨ªtica y social de este pa¨ªs. (...)

La queja de los africanos (...) no es solo que son pobres y los blancos son ricos, sino que las leyes que hacen los blancos tienen como finalidad preservar esta situaci¨®n. Hay dos maneras de salir de la pobreza. La primera es mediante la educaci¨®n formal y la segunda cuando el trabajador adquiere mayores conocimientos en su trabajo y, por ende, un salario m¨¢s alto. En lo que respecta a los africanos, ambas posibilidades se ven deliberadamente reducidas por la legislaci¨®n. (...)

Queremos, sobre todo, igualdad de derechos pol¨ªticos, porque sin ellos nuestra incapacidad ser¨¢ permanente. S¨¦ que esto suena revolucionario para los blancos de este pa¨ªs, porque la mayor¨ªa de los votantes ser¨ªan africanos. Por eso, el hombre blanco teme la democracia.

Pero este temor no puede ser un impedimento para hallar la ¨²nica soluci¨®n que garantizar¨¢ la armon¨ªa racial y la libertad para todos. No es cierto que reconocer el derecho a votar para todos terminar¨¢ en dominaci¨®n racial. La divisi¨®n pol¨ªtica basada en el color es totalmente artificial y, cuando desaparezca, tambi¨¦n desaparecer¨¢ la dominaci¨®n de un grupo de color por el otro. El Congreso Nacional Africano (ANC) ha pasado medio siglo luchando contra el racismo. Cuando triunfe, no cambiar¨¢ esa pol¨ªtica.

Esto es por lo que lucha el ANC. Su lucha es una lucha realmente nacional. Es la lucha del pueblo africano, inspirado por su propio sufrimiento y su propia experiencia. Es la lucha por el derecho a la vida.

He dedicado toda mi vida a esta lucha del pueblo africano. He luchado contra la dominaci¨®n blanca y he luchado contra la dominaci¨®n negra. Atesoro en mi coraz¨®n el ideal de una sociedad democr¨¢tica y libre, en la que todas las personas vivan juntas en armon¨ªa y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero alcanzar. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.


Nuestra lucha ha llegado a un momento decisivo. Llamamos a nuestro pueblo a que aproveche este momento para que el proceso hacia la democracia sea r¨¢pido e ininterrumpido. Hemos esperado demasiado por nuestra libertad. No podemos esperar m¨¢s. Ha llegado la hora de intensificar la lucha en todos los frentes. Cejar en nuestro empe?o ahora ser¨ªa un error que las generaciones venideras no podr¨ªan perdonarnos. La libertad que atisbamos en el horizonte deber¨ªa alentarnos a redoblar nuestros esfuerzos.

Solo mediante la acci¨®n disciplinada de las masas podemos asegurar nuestra victoria. Pedimos a nuestros compatriotas blancos que se nos unan para crear la nueva Sud¨¢frica. El movimiento por la libertad es un ¨¢mbito pol¨ªtico donde caben ustedes tambi¨¦n. Pedimos a la comunidad internacional que mantenga su campa?a para aislar al r¨¦gimen del Apartheid. Levantar las sanciones ahora ser¨ªa correr el riesgo de frustrar el proceso encaminado a la erradicaci¨®n total del apartheid.

Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino. El sufragio universal, fundamental entre los votantes en una Sud¨¢frica unida, democr¨¢tica y no racial, es el ¨²nico camino hacia la paz y la armon¨ªa racial.

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Discriminaci¨®n racial

Quedar¨¢ para siempre como una mancha indeleble en la historia de la humanidad el mero hecho de que el crimen de apartheid tuviera lugar. Sin duda las generaciones futuras se preguntar¨¢n: ?qu¨¦ error se cometi¨® para que ese sistema pudiera asentarse despu¨¦s de haberse aprobado una Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos?. Quedar¨¢ por siempre como una acusaci¨®n y un desaf¨ªo a todos los hombres y mujeres de conciencia el hecho de que tard¨¢ramos tanto tiempo en ponernos en pie para decir ‘ya basta.’ (...)

Convencidos de que la negaci¨®n de que los derechos de uno disminuye la libertad de otros, ya no nos queda mucha camino por recorrer. Recorramos esa distancia juntos. Reivindiquemos, con nuestras acciones comunes, los prop¨®sitos por los que se estableci¨® esta Organizaci¨®n y creemos una situaci¨®n por la cual su Carta y la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos pasen a formar parte del conjunto de leyes en las que se basar¨¢ el orden pol¨ªtico y social de una nueva Sud¨¢frica. Nuestra victoria com¨²n estar¨¢ asegurada.


Seguramente es una de las grandes iron¨ªas de nuestra ¨¦poca que por primera vez en sus 49 a?os de historia esta Asamblea est¨¦ escuchando el discurso de un Jefe de Estado sudafricano surgido de la mayor¨ªa africana de lo que es un pa¨ªs africano.

Las generaciones futuras se extra?ar¨¢n por el hecho de fue ya hac¨ªa finales del siglo XX cuando se ha hecho posible que nuestra delegaci¨®n ocupara un esca?o en la Asamblea y que fuera reconocida tanto por nuestro pueblo como por las naciones del mundo como representante leg¨ªtima de nuestro pa¨ªs.

Es de agraceder que esta Organizaci¨®n pueda celebrar su quincuag¨¦simo aniversario, el a?o entrante, con el r¨¦gimen del apartheid derrotado y consignado al pasado. En cierta medida ese cambio hist¨®rico se ha producido gracias a los grandes esfuerzos que emprendieron las Naciones Unidas para lograr la eliminaci¨®n del crimen del apartheid contra la humanidad. (...)

En todo lo que hagamos tenemos que asegurar la cicatrizaci¨®n de las heridas que se infligieron a todo nuestro pueblo a trav¨¦s de la gran l¨ªnea divisoria impuesta a nuestra sociedad durante siglos de colonialismo y apartheid. Debemos garantizar que el color, la raza y el g¨¦nero sean solo un don dado por Dios a cada uno de nosotros y no una marca o un atributo indeleble que otorgue a algunos una condici¨®n especial.

Debemos trabajar para que llegue el d¨ªa en que nosotros, como sudafricanos, nos veamos y actuemos rec¨ªprocamente como seres humanos humanos con los mismos derechos y como parte de una naci¨®n unida y no desgarrada por su diversidad.

El camino que tendremos que recorrer para llegar a ese destino no ser¨¢ f¨¢cil. Todos sabemos con qu¨¦ empecinamiento el racismo puede aferrarse a la mente y con qu¨¦ profundidad puede infectar el alma humana. Cuando esta terquedad se sostiene por el orden racial del mundo material, como fue en nuestro pa¨ªs, ese empecinamiento puede multiplicarse por cien.

Sin embargo, por dura que pueda ser esta batalla, no nos rendiremos. Sea cual fuere el tiempo que requiera, no cejaremos en nuestro empe?o. El hecho de que el racismo degrade tanto al perpetrador como a la v¨ªctima nos exige que, para ser leales a nuestro compromiso de proteger la dignidad humana, luchemos hasta lograr la victoria.

Hablar en favor de la justicia

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En Sud¨¢frica, estamos convencidos de que es posible y factible alcanzar nuestra meta de lograr una vida mejor para todos en la mayor brevedad posible. Nuestra confianza nace de saber que esta visi¨®n la comparte la inmensa mayor¨ªa de los sudafricanos sea cual sea su color y su ideolog¨ªa pol¨ªtica.

Asimismo, apreciamos enormemente la funci¨®n de la comunidad internacional para que esto ocurra, no solo en forma de apoyo material. Si podemos hoy hablar con orgullo de una naci¨®n multirracial, unida en su diversidad de culturas, religiones, razas, idiomas y caracter¨ªsticas ¨¦tnicas, es en parte gracias a que el mundo nos puso un ejemplo moral que nos atrevimos a imitar.

Este logro seguramente perdurar¨¢ porque se basa en que comprendemos que la reconciliaci¨®n y la construcci¨®n de una naci¨®n significan, entre otras cosas, que debemos empe?arnos en conocer la verdad acerca de ese pasado horrible y cerciorarnos de que no se vuelva a repetir. Por eso, nuestra realizaci¨®n no debe ser una tregua simple antes de que la amargura del pasado vuelva a resurgir.

Reconocemos tambi¨¦n que la reconciliaci¨®n y la construcci¨®n de la naci¨®n no se deber¨ªan quedar en meras palabras si estas no estuviesen condicionadas por un esfuerzo concertado para eliminar las verdaderas ra¨ªces del conflicto y la injusticia del pasado. Nuestra seguridad nacional y la supervivencia de nuestra joven democracia dependen, por encima de todo, del programa para atender las necesidades b¨¢sicas de la poblaci¨®n. La reconstrucci¨®n y el desarrollo garantizar¨¢n que todos los sudafricanos tengan un inter¨¦s en la vida, que compartan el inter¨¦s en el bienestar del pa¨ªs en su conjunto.

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Muchas personas se han mostrado esc¨¦pticas sobre nuestra capacidad para hacer realidad el ideal de una naci¨®n multirracial. Cierto es que Sud¨¢frica m¨¢s de una vez estuvo al borde de la destrucci¨®n debido a las diferencias. Pero perm¨ªtannos reafirmar una vez m¨¢s que no es nuestra diversidad lo que nos divide, no son nuestras caracter¨ªsticas ¨¦tnicas, la religi¨®n o la cultura lo que nos divide. Desde que logramos la libertad, solo puede haber una divisi¨®n entre nosotros: ?entre los que llevan la democracia en su coraz¨®n y los que no!

Como pueblo amante de la paz, queremos que nuestro pa¨ªs prospere y preste servicios b¨¢sicos para todos. Porque nuestra libertad nunca ser¨¢ completa, ni nuestra democracia estable, a menos que se atiendan las necesidades b¨¢sicas de nuestro pueblo. Hemos visto la estabilidad que viene con el desarrollo. Y a la vez sabemos que la paz es el arma m¨¢s poderosa que cualquier comunidad o naci¨®n puede tener para lograr el desarrollo.

A medida que reconstruimos el pa¨ªs, nos mantendremos vigilantes contra los enemigos del desarrollo y la democracia, aunque se encuentren en nuestras propias filas. La violencia no nos acercar¨¢ a nuestros objetivos.

Todos debemos preguntarnos: ?he hecho todo lo que est¨¢ a mi alcance para lograr una paz y una prosperidad perdurables en mi ciudad y mi pa¨ªs?

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Hablar en favor de la justicia



Derechos humanos

A lo largo de los a?os, y como corresponde, este quincuag¨¦simo tercer per¨ªodo de sesiones de la Asamblea General ser¨¢ recordado como el momento en el que celebramos el cincuentenario de la adopci¨®n de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos.

Concebida tras la derrota del crimen contra la humanidad perpetrado por nazis y fascistas, esta Declaraci¨®n mantuvo en alto la esperanza de que en el futuro todas nuestras sociedades se construir¨ªan sobre los cimientos de los gloriosos ideales plasmados en cada una de sus frases.

Para todos los que tuvieron que luchar por su emancipaci¨®n, como nosotros, los que con la ayuda de las Naciones Unidas nos tuvimos que liberar del sistema criminal del apartheid, la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos vindic¨® la justicia de nuestra causa. Al mismo tiempo, constituy¨® un desaf¨ªo para nosotros que nuestra libertad, una vez lograda, deb¨ªa dedicarse a la aplicaci¨®n de las perspectivas contenidas en la Declaraci¨®n.

Hoy celebramos el hecho de que este hist¨®rico documento ha sobrevivido cinco decenios turbulentos, en los que han tenido lugar algunos de los acontecimientos m¨¢s extraordinarios de la evoluci¨®n de la sociedad humana. Entre ellos figura el derrumbe del sistema colonial, el fin de un mundo bipolar, los sorprendentes adelantos en el ¨¢mbito de la ciencia y la tecnolog¨ªa y el logro de un complejo proceso de mundializaci¨®n.

Sin embargo, a pesar de todo, los seres humanos que son los sujetos de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos siguen siendo las v¨ªctimas de las guerras y los conflictos violentos. A¨²n no han logrado ser libres del temor a la muerte que les ocasionar¨¢ la utilizaci¨®n tanto de las armas de destrucci¨®n en masa, como de las armas convencionales. (...)

Probablemente, esta sea la ¨²ltima vez que tenga el honor de dirigirme a la Asamblea General desde esta tribuna.

Nac¨ª cuando terminaba la primera guerra mundial y dejo la vida p¨²blica cuando el mundo celebra el cincuentenario de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos. He llegado al punto del largo camino en que se me otorga la oportunidad ¡ªcomo deber¨ªa ser para todos los hombres y mujeres¡ª de retirarme a descansar y a vivir tranquilo en la aldea donde nac¨ª.

Sentado en Qunu, mi aldea, y al hacerme viejo, como sus colinas, seguir¨¦ abrigando la esperanza de que en mi propio pa¨ªs y en mi propia regi¨®n, en mi continente y en el mundo, surja un grupo de l¨ªderes que no permita que a nadie se le niegue la libertad, como a nosotros; que a nadie se le convierta en refugiado, como a nosotros; que a nadie se le condene a pasar hambre, como a nosotros; que a nadie se le prive de su dignidad humana, como a nosotros.

Seguir¨¦ esperando que el renacimiento de ?frica eche ra¨ªces profundas y florezca para siempre, sin tener en cuenta el cambio de las estaciones.

Si todas estas esperanzas se pueden traducir en un sue?o realizable y no en una pesadilla que atormente las almas de los viejos, entonces tendr¨¦ paz y tranquilidad, entonces la historia y los miles de millones en todo el mundo proclamar¨¢n que vali¨® la pena so?ar y esforzarse por dar vida a un sue?o realizable.

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Hablar en favor de la justicia

Lucha contra la pobreza

Los sudafricanos han demostrado una enorme capacidad para solidarizarse cuando se enfrentan a dificultades. El r¨¦gimen de apartheid cay¨® al final gracias a la unidad de los que vieron negados sus derechos y gracias a que todos los sectores de la sociedad reconocieron que ten¨ªan m¨¢s que ganar trabajando conjuntamente que peleando entre s¨ª. Esa misma cualidad nos ha ayudado, con rapidez, a sentar las bases de una vida mejor.

Cuando el apartheid lleg¨® a su fin, nos tropezamos con la dif¨ªcil tarea de reconstruir nuestra destrozada sociedad y prestar los servicios m¨¢s elementales a nuestra poblaci¨®n. Tuvimos que construir escuelas y hospitales, proporcionar vivienda y empleos, impulsar nuestra econom¨ªa, proteger los derechos de nuestros pueblos por medio de la Constituci¨®n y de los tribunales, ayudar a Sud¨¢frica a buscar soluci¨®n a la divisi¨®n que existi¨® en el pasado y comenzar el proceso de curaci¨®n y b¨²squeda de soluciones a los abusos y al da?o que sepultaron a la mayor¨ªa de nuestras comunidades.

En lo esencial, nuestra tarea era crear las condiciones en las que cada sudafricano tuviese la oportunidad de crear una vida mejor para s¨ª mismo. Pero el gobierno no puede hacer frente a esos problemas por s¨ª solo. Hace falta que todos aunemos esfuerzos, colectivamente, para lograr los cambios necesarios.

Para lograr esos objetivos, necesitamos tambi¨¦n transformar al gobierno de un sistema que serv¨ªa a intereses minoritarios a otro que atienda las necesidades de todos los sudafricanos. Y todas estas cosas se tuvo que hacer en un pa¨ªs donde la mayor¨ªa se vio privada de la experiencia de gobierno o de la educaci¨®n y formaci¨®n profesional adecuadas. Por esa raz¨®n, ponemos el enf¨¢sis en el fortalecimiento de las capacidades del gobierno.

Cuando afirmamos que las mejores soluciones para estos problemas solo se pueden encontrar trabajando conjuntamente, esto requiere un compromiso de todos y cada uno de nosotros. Hoy deber¨ªamos preguntarnos: ?Qu¨¦ he hecho para mejorar el entorno en el que vivo? ?Estoy contaminando o protegiendo mi entorno? ?Promuevo el odio racial o la paz y la reconciliaci¨®n? ?Compro objetos robados o ayudo a combatir el delito? ?Pago mis deudas o enga?o con los impuestos, el pago de los servicios y los permisos? ?Espero que todo me venga dado o trabajo con los concejales de mi localidad para crear una vida mejor para m¨ª y para mi comunidad?

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Mientras la pobreza, la injusticia y la evidente desigualdad persistan en nuestro mundo, nadie podr¨¢ realmente descansar. Nunca olvidaremos como millones de personas en todo el mundo se han unido a nosotros en solidaridad para luchar contra la injusticia de nuestra opresi¨®n mientras estuvimos en la c¨¢rcel. Esos esfuerzos no fueron en vano, ahora podemos estar aqu¨ª y sumarnos a millones de personas en todo el mundo que luchan por la libertad y contra la pobreza.

La pobreza masiva y la repugnante desigualdad son terribles flagelos de nuestros tiempos, tiempos en que el mundo alardea de adelantos impresionantes en ciencia y tecnolog¨ªa, en la industria y la acumulaci¨®n de riquezas.

Vivimos en un mundo en el que los conocimientos y la informaci¨®n han avanzado a pasos agigantados mientras millones de ni?os no van a la escuela. Vivimos en un mundo en el que la pandemia del SIDA pone en peligro el entramado mismo de nuestras vidas. Sin embargo, gastamos m¨¢s dinero en armas que en garantizar el tratamiento y el apoyo para millones de personas infectadas con VIH. Es un mundo de grandes promesas y esperanzas, pero tambi¨¦n es un mundo de desesperanza, enfermedad y hambre.

La erradicaci¨®n de la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protecci¨®n de un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida decente. Mientras persista la pobreza, no habr¨¢ verdadera libertad. Las medidas que deben adoptar las naciones desarrolladas est¨¢n claras.

La primera es garantizar la justicia en el intercambio comercial. He dicho anteriormente que la justicia en el intercambio comercial es una manera verdaderamente ¨²til en que los pa¨ªses desarrollados pueden demostrar su compromiso de lograr que se ponga fin a la pobreza en el mundo. La segunda es poner fin a la crisis de la deuda de los pa¨ªses pobres. La tercera es prestar mucha m¨¢s ayuda, cuanta sea posible, y velar por que esa ayuda sea de la m¨¢s alta calidad.

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Hablar en favor de la justicia


Construcci¨®n de la paz

La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creaci¨®n de un entorno en el que todos podamos prosperar, independientemente de la raza, el color, el credo, la religi¨®n, el sexo, la clase, casta o cualquier otra caracter¨ªstica social que nos distinga. La religi¨®n, las caracter¨ªsticas ¨¦tnicas, el idioma y las pr¨¢cticas sociales y culturales son elementos que enriquecen la civilizaci¨®n humana, que se suman a la riqueza de nuestra diversidad. ?Por qu¨¦ dejar que se conviertan en causa de divisi¨®n y de violencia? Estar¨ªamos degradando nuestra humanidad com¨²n, si permitimos que eso ocurra.

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Todav¨ªa hay mucha discordia, odio, divisi¨®n, conflicto y violencia en nuestro mundo en los albores del siglo XXI. Una preocupaci¨®n fundamental por los dem¨¢s en nuestra vida diaria y en nuestra comunidad bastar¨¢ para hacer del mundo ese lugar mejor con el que so?amos con tanta vehemencia. (...) Lo m¨¢s f¨¢cil es romper y destruir. Los h¨¦roes son los que firman la paz y construyen.

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Una llamada a la acci¨®n
para la democracia, paz y prosperidad para todos